Un lugar para lo inconsciente


Un lugar para lo inconsciente





Una de las premisas generales que abundan en la psicología es la de pensar de que todo debe ser medible u observable. Brevemente me gustaría referirme a esta concepción de desarrollar un modelo psicoterapéutico basado en la evidencia o un modelo científico. Pues bien, uno se encuentra con psicólogos, psiquiatras que buscan un sustrato físico medible y cuantificable de las variables que estudian: fenómenos mentales, conductas que luego convertirán en síntomas y psicopatologías. Esta posición se transmite en las aulas de las universidades, por lo que ahora los alumnos y futuros graduados en psicología tienen una relación con el fenómeno humano más biologicista.

Sin embargo, la ciencia hace tiempo dejó de buscar las verificaciones visibles y se basa en abstracciones para llegar a sus conclusiones (lo cual no elimina el rigor de plantear hipótesis y teorías que explican los diferentes fenómenos) un ejemplo claro de esto es la física cuántica. Sin embargo, la búsqueda de lo cuantificable o espacios físicos continúa invadiendo el pensamiento de los profesionales en psicología que de alguna manera rechazan la idea de algo que no tiene un fundamento operable si no es visible o si es un objeto complejo o difícil de aprender por los alcances teóricos (ateóricos) de los enfoques.  Las psicoterapias alternativas, tienen también un referente al creer en campos de energía, espíritus, vidas pasadas, sustancias que curan los problemas (flores de Bach) chamanismo entre otras, no se cuestionan solo ejecutan una práctica que consideran universal, utilizando el sentido común en sus intervenciones, terminan proponiendo una filosofía de vida moralizante que consideran psicoterapia en donde solo uno habla: el poseedor del saber.


León Lederman, en su libro “La partícula divina” escribe una pequeña historia a manera de ilustración de unos seres que vienen a la tierra provenientes del planeta Penumbrio. Los penumbrianos tienen una particularidad: no podían ver los objetos que tuvieran superpuestos los colores blanco y negro. Los penumbrianos asisten a aún partido de futbol y lo que resulta de su constitución visual es que no pueden ver la pelota, por lo tanto, no entienden nada de lo que pasa, les causa la extrañeza más grande lo que ven. Lo que pueden notar es que hay un orden, pero no comprenden como está constituido ese orden, ni tampoco las leyes del juego.  Ninguno de los penumbrianos sabía que sucedía, a que se debían los gritos de las personas, absolutamente nada, lo cual los lanzó a generar conjeturas de toda clase. El objeto principal en el juego del futbol es la pelota y carentes de la posibilidad de verla, solo podían lanzar hipótesis sobre aquello que observaban y no podían ver. Pues bien, pasado un tiempo dentro de todos los penumbrianos había uno que no era tan importante y que conocía las hipótesis desarrolladas por los miembros de su misma especie, hasta ese momento suponían que existía un orden, que había leyes, el lugar donde se jugaba estaba marcado por líneas blancas, y nada más. Ese penumbriano le dio un sentido a todo aquello, en el momento que hubo un gol notó el abultamiento esférico en la red de la portería. Entonces dijo que lo que ordenaba el juego y el sentido del juego era una pelota que ellos no podían ver, el sentido estaba en lograr pasar esa pelota entre los postes de la portería bien delimitados. Así pudieron entender las marcas de las canchas y todas las leyes del futbol en los efectos de aquel objeto invisible que estructuraba ese juego.
Lederman esgrimía como ejemplo este cuento para hacer notar lo que los físicos hacen. Por mucho tiempo se ha creído que el átomo es la ilustración que encontramos en cualquier enciclopedia o imagen en Google, pero eso es una representación de algo que no se puede ver, de lo cual solo se puede tener una noción por los efectos que genera. Es un bonito ejemplo para entender la abstracción de la ciencia actual, que no solo se basa en lo que es medible y cuantificable.

Desde una posición distinta el psicoanálisis desarrolla su sistema para operar sobre algo que no se puede ver, que no cabe en ninguna mente, sobre algo que no tiene un sustrato físico o biológico, que no se pueden observar, pero se puede enunciar sus efectos en el cuerpo, en el discurso de los seres hablantes y en sus marcas. Hay algo que descubre el psicoanálisis y es esa presencia de la ausencia que estructura la dinámica de lo dado a ver, de lo imaginario.  Esa presencia de la ausencia que como en los cuentos de Henry James estructura todo lo que pasa en la escena, con los personajes, con sus pensamientos, sus actos, tanto en la vida de vigilia como en los sueños, eso que dice un saber del cual no se sabe nada, ese sujeto, es el desarrollo de la reflexión psicoanalítica, como dijo Lacan ese sujeto dividido entre el saber y la verdad.


Es constantemente reiterativo de que se trate de encontrar el lugar del inconsciente en la mente, neuroanatomicamente  y tratar de limitar la experiencia del que habla y la del otro que escucha por suponer que hay un sustrato biológico que origina los fenómenos psíquicos; es la búsqueda de los genetistas por encontrar el gen del autismo (que hasta hoy han fracasado) o algo similar, es el deseo de que todo sea visible y observable, medible para poder ser manipulado, es un intento de controlar, de obtener una cuota enorme de poder. Lo que nos enseña la física cuántica es otra cosa, al igual que el psicoanálisis cuando dice que lo Real es lo imposible y de algún modo es algo que retorna al mismo lugar. Es el giro copernicano que propone Freud al conceptualizar lo inconsciente y crear un dispositivo para operar sobre su material; en psicoanálisis lo inconsciente no tiene un lugar y sin embargo estructura. Este no retroceder ante lo que no se entiende, ante lo que no se puede ver, a lo que no tiene un sentido, abordar la pregunta que deja el síntoma, soportar la demanda, es la práctica propuesta por el psicoanálisis.  
                 

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